miércoles, 27 de abril de 2011

La importancia de una Alianza por la Niñez y Juventud

La juventud, decía el ex presidente argentino Néstor Kirchner, es el punto de inflexión de los nuevos tiempos. En ella se encuentra la llave del futuro, y la energía que mueve y dinamiza el presente. En pleno siglo XXI, está de sobra asegurar que somos los y las jóvenes quienes albergamos la esperanza de un porvenir, y quienes paulatinamente adquirimos el protagonismo indispensable que requiere un trabajo por una sociedad con mayor libertad e igualdad.

Las muestras son evidentes. Basta ponerse a pensar, por citar ejemplos, en la feliz espera que se tiene por la llegada de septiembre, en el que las calles se pintan de colores y se llenan de personas que asisten con alegría a ver a las jovencitas que bailan al ritmo de la música característica de las bandas de paz, integradas también por muchachos. O recordar que esos afamados equipos de fútbol que tanto encienden la pasión de los amantes del buen deporte, están compuestos por jóvenes de indudable talento. Y, ¿no somos los jóvenes quienes le damos vida a las fiestas patronales? ¿Quiénes son los que le dan espíritu a la Semana Santa? ¿Los que alegran las tardes de los parques?

La juventud latinoamericana mantiene vivo el legado de nuestro continente. Es tan amplia, tan diversa, tan fogosa, tan inquieta, que representa la vida de nuestra tierra y la inmortalidad de nuestra historia.

Pero esta realidad, a la que todos asentimos con la cabeza y con la que todos decimos que sí en cualquier conversación espontánea, no parece innegable cuando llega el momento de garantizar los derechos y las oportunidades de los jóvenes. Incluso, pareciese ofensivo pedir espacios de participación juvenil cuando se trata de actuar y de hacer, siendo tan fácil al momento de hablar y criticar.

He allí la nota negra del caso: la juventud tiene importancia, y hasta hoy, la mayor parte de la sociedad lo reconoce. Pero, ¿basta con reconocerlo? La respuesta, claramente, es que no. Todos celebran porque somos expresivos, participativos y creativos, pero nadie se ha tomado realmente en serio la necesidad que tenemos de expresarnos, de participar y de crear.

Ahora pregunto: ¿Quiénes son los responsables de que no podamos viajar con seguridad en los autobuses, o de que tengamos que estar a más tardar a las nueve de la noche en nuestras casas? ¿No fueron jóvenes excluidos los que, hace muchos años, al finalizar el conflicto armado, se organizaron en los sectores suburbanos y formaron las pandillas, con el propósito (en aquel momento), de suplir aquello que ni el Estado, ni la sociedad, ni la familia podían ofrecerles? ¿No fueron esos mismos jóvenes del pasado, quienes hace poco menos de un año, siendo ya adultos, paralizaron el país por tres días en un paro general del transporte público, y emitieron un comunicado al presidente Funes a través de los medios de comunicación masivos para exigir un diálogo “Estado-pandillas”? ¿De dónde, en menos de dos décadas, sacaron aquellos jóvenes ese destructivo potencial?

Y me atrevo, como joven salvadoreño que soy, a poner el dedo en la llaga y seguir preguntando: ¿Qué se hizo, a principios de los noventa, por estos jóvenes que hoy nos aterran? ¿Se les abrieron oportunidades? ¿Se les permitió participar, antes de organizarse delictivamente? ¿Qué se hizo cuando empezaron a ser encontrados por mafiosos narcotraficantes que los adiestraron y los convirtieron en sus apadrinados y sus mandaderos? ¿Qué estamos haciendo nosotros hoy para evitar que la historia se repita? ¿Hemos mejorado en todos estos años?

Me gustaría, como a cualquier joven de diecisiete años, recibir respuestas a mis preguntas, pero sé que no lo haré. En primer lugar, porque no hay quien me las responda, y en segundo (y más grave), las respuestas me desalentarían y dolorosamente me podrían hacer callar.

Pero no me callo. Hago uso de mi calidad de joven y propongo una alternativa. No es una solución, porque no puedo mejorar un mal que nos corresponde a todos, pero sé que algún eco mis palabras pueden tener en los oídos de quienes sí están dispuestos a cambiar esta inhumana realidad de marginación, inseguridad e injusticia.

Los jóvenes tenemos iniciativa, tenemos creatividad, tenemos energía, y más importante, tenemos ganas de hacer cambios. Pero lamentablemente no podemos solos. Si se nos excluye, todos estos talentos pueden desembocar –nuevamente- en un cambio destinado al terror y a la impunidad. Pero si nos acompañan los responsables del presente, los adultos comprometidos con su sociedad, los visionarios que tienen los pies en esta realidad, pero la vista puesta en una mucho mejor, nosotros haremos un cambio verdaderamente renovador.

La juventud de Armenia tiene un municipio prodigioso. Un relieve exquisito, una belleza vasta, una historia ejemplar y una comunidad enternecedora. En un famoso verso de don Juancito de Dios Galán, una ciudad “inventada con un beso”.

Es hora poner a este pueblito “en el pedestal que se merece”. ¿Y cómo lo haremos? Una alianza es necesaria. Y no una alianza de las de siempre, con apretoncitos de mano, sonrisitas hipócritas, fotitos bien arregladas y, al final, cuentas desajustadas y sueños truncados. Necesitamos una alianza de verdad. Una alianza que nos incluya a todos los que queremos hacer algo bueno, y que nos abra espacios para hacer las cosas mejor. Una empresa que construya altos edificios, repletos de puertas para que sean abiertas por los jóvenes. Detrás de todas las puertas debe estar la oportunidad de un futuro mejor y diferente.

Estamos en las condiciones de construir una alianza formidable, de eso no hay duda. Lo que debemos tener claro es que la finalidad primordial es acercar a los jóvenes a una cultura de participación, de compromiso y de paz. Para ello, se deben abanderar las ideas de Inclusión Juvenil, Prevención de la Violencia y Apoyo al Talento.

Queda claro, entonces, que si el fin de esta alianza es educar a la juventud, debemos apostarle a lo educativo.  Esto es, a los centros escolares. En el interior de cada escuela están la mayor parte de los niños y jóvenes, y son un hogar donde se les inculca la humanidad que deben profesar en un futuro. Llegando a los centros educativos se toca el corazón del trabajo por niñez y juventud.

Aunque no lo crean, estimadas y estimados lectores, las instituciones educativas en Armenia sufren porque son marginadas. Nadie toma en serio el rol comunitario y social que cumple la comunidad escolar en nuestra ciudad, y se les reduce a ser el lugar donde se deposita a los alumnos por una buena parte del día. No son pocos los que afirman que las directoras “se meten en cosas que no les tocan” cuando hacen esfuerzos por la comunidad.

Aquí radica, entonces, la necesidad de apoyar a los centros escolares: en que ellos, siendo hogares de la niñez y la juventud, siendo las casas de formación del pensamiento para el futuro, siendo la tierra fértil donde sembraremos las generaciones del mañana, tienen la necesidad latente de infundir estos mensajes de paz, de progreso y de justicia. Alrededor de las escuelas, todos tenemos que forjar una red sólida e indestructible, competente para transmitir mensajes positivos, y transformadora de la realidad (como lo diría el histórico educador y americanista José Martí) desde la grandiosidad del pensamiento.

Por esto, pues, propongo una alianza que involucre a los siguientes sectores de la comunidad:

1. A los centros escolares, como base de esta alianza, alrededor de los cuales se implementarán proyectos y se celebrarán actividades que fomenten en primer plano la participación juvenil y la recreación didáctica, y más subliminalmente difundan los ejes transversales de Cultura de Paz, Derechos de la Niñez y Adolescencia e Inclusión Social. Los centros escolares deberán fungir en dos dimensiones: una activa, en la que las directoras y directores montarán el esquema base de cada proyecto, y una receptiva, en la que los y las estudiantes serán beneficiados por cada esfuerzo de la alianza.

2. A los medios de comunicación locales, como forjadores primordiales de la opinión pública, que se encargarán de diversas funciones: primero –y de mayor importancia- transmitir mensajes positivos para la comunidad, enfocándose en los derechos de la niñez y juventud, así como en la prevención de la violencia y la inclusión social. Segundo, de promover en la medida posible los proyectos y actividades de los centros escolares, y tercero, acompañar a éstos en las actividades que requieran el apoyo de la comunidad. Es importantísimo que, en un municipio tan destacable en el área de la comunicación social, sean los mismos medios quienes tomen la iniciativa, tal y como lo han hecho hasta el día de hoy. Cabe destacar que entre los primeros sectores que abrieron sus puertas a la juventud se encuentra la radio local, Master FM, que de hecho incluye en su programación algunos programas dirigidos a público infantil y joven.

3. A los armenienses residentes en el extranjero, como apoyo comunitario, logístico y, de ser posible, financiero de las actividades. Otra de las grandes bendiciones con las que cuenta este municipio es el gran apoyo que nuestros hermanos en el exterior están dando a las iniciativas progresistas y humanitarias de Armenia. Organizaciones como AURA están siempre atentas a todo esfuerzo por la educación, y serían idóneas para acompañar una alianza en pro de la niñez y la juventud.

4. A los sectores más progresistas de la empresa privada, como apoyo financiero para los proyectos. La idea de empresarios proveedores de ciertos recursos emana de la necesidad de unificar a los mismos armenienses en torno a los niños y los jóvenes. Aunque se podría buscar apoyo internacional o institucional para financiar esta labor, solo con ciudadanos emprendedores se logra una imagen de auténtica unidad y participación activa de la comunidad armeniense.

5. A las diferentes iglesias locales, porque los mensajes de paz y de progreso requieren de una auténtica espiritualidad cristiana que oriente a los jóvenes a acercarse a Dios mediante la convivencia y la integridad comunitaria. Sin intenciones de incidir en las creencias religiosas de los jóvenes, se debe orientar espiritualmente a nuestra juventud y niñez para garantizar la profundidad interior de los cambios que pretendemos realizar en su perspectiva de la violencia y la desigualdad.

6. A los equipos deportivos con proyección social, porque el deporte es recreación, disciplina y canalización de las energías de los jóvenes. Tomando en cuenta a los equipos que más apertura han dado a los jóvenes de Armenia, estaremos imponiendo metas para ellos sobre lo que pueden alcanzar con disciplina, empeño y dedicación. Además, con la fuerte incidencia del deporte en esta ciudad, es impensable excluir a los clubes deportivos.

7. Y tal vez con mayor protagonismo, a la juventud comprometida de Armenia. Porque somos los jóvenes quienes podemos hacer los cambios, y ¿quién mejor que nosotros para darle el ejemplo al resto de nuestros hermanos? Los y las jóvenes que ya estamos activos, debemos activar al resto de jóvenes para que, lentamente, hagamos más transformaciones, y que estas sean permanentes y positivas.

Notablemente, cada uno de los sectores que deberían integrar esta alianza ciudadana cumplen roles que, si bien son muy distintos entre sí, son todos imprescindibles y necesarios. Los centros escolares están a la base, porque los alumnos recibirán el beneficio en primera instancia, y porque las direcciones de cada uno darán las directrices de cada labor de la alianza. Los medios de comunicación, las iglesias, los clubes deportivos y los hermanos en el exterior representarán la unidad de los armenienses y le darán enfoque comunitario al esfuerzo. A su vez, los hermanos en el exterior y los empresarios progresistas darán sostenibilidad financiera a la alianza, mientras que los medios de comunicación y las agrupaciones juveniles acercarán a los jóvenes los mensajes que se pretende transmitir. En este sentido los jóvenes serán la instancia ejecutora última de todos los proyectos impulsados por la alianza.

Es probable que se requiera de mucho esfuerzo para consolidar este tipo de alianza, y muy posiblemente haya detractores que pongan en tela de juicio los resultados que espera de una integridad de esta magnitud. Pero, ¿no es verdad que todos los grandes momentos, los esfuerzos que han cambiado el rumbo de la historia, han partido de sueños inspirados en utopías de mujeres y hombres visionarios? ¿No es la esperanza la que ampara toda vocación por el futuro? ¿No es ese nuestro compromiso con Armenia?

En el Primer Festival de la Niñez y la Juventud de Armenia, se invitó a los niños a expresarse con respecto a sus derechos. Hoy seré yo, como un joven más que quiere comprometerse con Armenia, quien exija el derecho que tenemos de vivir en paz, y de hacer algo por nuestros niños y nuestros jóvenes. Mis hermanitos buchones y yo estamos dispuestos a adquirir este compromiso. A dar todo por una Armenia mejor. A trabajar de verdad por un futuro edificado en el presente.

La pregunta ahora es, hermano armeniense, ¿está dispuesto usted?



Ramiro Anibal Navas
Miércoles 13 de abril de 2011



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